En pro de las clasificaciones de las enfermedades mentales elaboradas de manera independiente

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La salud mental no debe referirse
un solo libro de texto impuesta por la OMS

La nomenclatura del DSM, sobre la cual está calcada la CIM-10 de la OMS, se ha convertido progresivamente en la referencia única y obligatoria para la clasificación de los “desórdenes mentales”:

  • en epidemiología,
  • en el campo de la investigación y para las investigaciones científicas cualificantes,
  • para los sistemas de protección social y las compañías de seguros,
  • con el objetivo de reunir datos estadísticos para las políticas de protección social y su financiamiento,
  • como manual de referencia única en la enseñanza de la psiquiatría en las facultades de medicina y de psicología, para la formación de los profesionales y quienes intervienen en el campo de la salud, de lo médico-social y de la educación especializada,
  • por último, para los médicos, que no teniendo otra formación en la materia, recetan cada vez más psicotrópicos, a partir de bases diagnósticas discutibles.

La utilización generalizada de esta clasificación única para responder a exigencias específicas distintas es fuente de confusión, de insuficiencias y de riesgos. Tanto más cuanto que la OMS no está habilitada para tomar decisiones en materia de investigación científica, y que por lo contrario, debe recomendar la independencia, la diversidad e incluso la coexistencia de distintos enfoques.

Por lo demás, el DSM, lejos de cumplir con el rigor científico, reposa en concepciones unívocas parciales. Descuida los datos clínicos, multiplica las categorías patológicas y rebaja el umbral de los criterios diagnósticos de inclusión, lo que desemboca en falsos-positivos y pseudo-epidemias (como por ejemplo la hiperactividad, los desórdenes bipolares o el autismo infantil). Es utilizado de manera abusiva para fines predictivos con los niños y los adolescentes, con el riesgo de perjudicar su evolución y su integración. Favorece igualmente lo que se ha convertido en una verdadera adicción a los psicotrópicos, en una gran parte de la población.

Nos encontramos ante la inminente publicación del DSM V, que aumentará aún más el número de categorías, ya pletórico, y extenderá el campo de la predictibilidad. No podemos dejar que se instale una orientación semejante, destinada a aumentar artificialmente el número de patologías.

En pro de las clasificaciones de las enfermedades mentales elaboradas de manera independiente, en el respeto de la pluralidad de referencias y datos clínicos, pedimos de manera urgente a la OMS:

  1. cesar de promover a escala internacional la situación de monopolio de la CIM-10, derivada del DSM, en contravención de las leyes de competencia y que impone su dictadura a una parte importante de los clínicos e investigadores que sostienen otros criterios clínicos;
  2. que puedan coexistir diversos referenciales, sin que sea impuesto un modelo único para todos los usos, basándose en las estadísticas;
  3. que los estados miembros de la ONU y por ese hecho afiliados a la OMS, se abstengan de tomar partido en los debates científicos, y se tengan en cuenta las diversas clasificaciones existentes, como por ejemplo, la C.F.T.M.E.A. en Francia;
  4. que se garantice, a nivel nacional, la representatividad de comisiones dedicadas a la elaboración de las clasificaciones. Estas deberán incluir además de los representantes de los poderes públicos (Sanidad, Educación, etc…) a expertos reconocidos e independientes, así como representantes de las asociaciones de psiquiatras, de psicólogos y de psicoanalistas. Deberán tomarse medidas para asegurar la independencia absoluta respecto de todo grupo de influencia, público o privado, en particular de la industria farmacológica,
  5. que la investigación y la enseñanza permitan una pluralidad de enfoques, diferentes terminologías y avances científicos y de lugar a una formación clínica profundizada, para evitar a los investigadores la obligación de utilizar conceptos que les resultan ajenos o incluso obsoletos, ya que esta obligación implica un empobrecimiento de la investigación y de la confrontación científicas;
  6. que se ponga fin a la instrumentalización de las categorizaciones diagnósticas que, con el pretexto de las “buenas prácticas”, dicta a los practicantes la conducción de terapias con fines económicos o políticos. En efecto, no se pueden mezclar las necesidades de presupuesto con las exigencias clínicas. Además, una nomenclatura simplificada es  suficiente para responder a las categorizaciones destinadas a la protección social.
abril 12, 2017

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